Durante el verano de 2008 se acometieron obras en el edificio de la iglesia, para efectuar una importante reparación de los desperfectos exteriores que tenían los prefabricados y reponer y limpiar la parte inferior. Una vez concluidas las obras, a últimos de noviembre, se procedió a la instalación del mosaico que ha venido en denominarse “El laberinto” sobre la pared lateral de la calle San Pedro.

La revista Excelsior en su número 318-319 de junio-julio de 2008 nos introduce al significado de la obra.

Foto Jrf, noviembre 2008. Sobre la pared de la iglesia parroquial de Rectivía, en la calle San Pedro, en pleno Camino de Santiago, se ha colocado un mosaico, no muy artístico quizás, pero sí original. Tiene forma de rombo y está hecho en piedra de mármol por el grupo “Musivaria Antigua”.

Al mirarlo, más de uno ha dicho que no se puede leer; alguien, sin embargo, suele contestarles con aquel dicho de hace años: “si no sabes leerlo, habrá que mandarte “pa” cartilla”. Y razón no le falta; porque la frase que contiene, puede leerse ahí cerca de trescientas mil veces.

Un poco de historia. No se trata de un invento nuestro. Lo único que nosotros hemos hecho es copiar y acomodar. La frase final consta de 19 letras y está escrita en latín.

Un poco de historia nos puede ayudar a situarnos.

Al principio de la Reconquista hubo tres reyes, en Asturias, que pasaron a la historia con el nombre de “reyes holgazanes”: Aurelio, Silo y Mauregato. Poco se sabe de ellos. Dicen que uno de ellos (Mauregato) firmó el tributo de las “Cien Doncellas”, en virtud del cual se comprometía a entregar ese número de doncellas al rey moro. Sería Ramiro I quien (a. 844) , en la batalla de Clavijo (nombre que suena mucho a los astorganos) se encargaría de vencer a los moros y acabar con el “Tributo”, según la leyenda con la ayuda del apóstol Santiago; de ahí vendría lo del “Voto de Santiago”. Mauregato parece que se crió en las cercanías de Astorga.

El laberinto de Silo. Silo es el que más nos interesa en este momento. El mandó construir una iglesia en Santianes de Pravia, Asturias, y colocó sobre el arco principal un rectángulo de piedra, de pequeñas dimensiones, con letras que decían en latin: “Silo princeps fecit”. (Lo hizo el rey Silo). Las letras estaban colocadas de tal forma, que la frase podía leerse 45.760 veces. Es el laberinto de Silo.

Durante muchísimos años nada se habló de esta curiosidad. La iglesia de Santianes, la más antigua de las que se mantienen en pie del estilo prerrománico asturiano, comenzó a reconstruirse en 1968 con subvenciones; en 1975, cuando se hacía una cata cerca del altar, apareció sorprendentemente una piedra con parte de una inscripción: 25 letras que formaban parte del laberinto de Silo. Los estudiosos fueron capaces de reconstruir el rectángulo original de 285 letras (19x15 letras).

¿Qué había pasado desde que Silo hizo el famoso laberinto? Crónicas y escritores hablan de él, pero tenemos que remontarnos al año 1637 para desentrañar un poquito la historia. Don Francisco García de Salas era propietario en aquel entonces del palacio que todavía hoy se conserva junto a la iglesia de Santianes. Propuso reconstruir la iglesia, pero parece que lo que verdaderamente pretendía era hacer dos sepulcros familiares precisamente debajo del arco toral. El pueblo se opuso y fueron a juicio que ganó el pueblo. Mientras se dilucidaba la cosa él hizo unas obras en la iglesia que fueron verdaderas barbaridades; entre otras, destruyó e hizo desaparecer el laberinto. Hasta 1975 se hablaba en el pueblo y también lo hicieron algunos autores, de una lápida con un escrito curioso, pero nada más.

Secreto del laberinto. Se trata de saber si la intención del inventor era simplemente hacer una combinación de letras más o menos difícil de leer, que pudiera leerse muchas veces; o, tal vez, lo que en el fondo pretendiesen una enseñanza secreta. Un misterio esotérico, dicen. Doctrina esotérica es aquella de los antiguos filósofos que sólo comunicaban a un reducido número de discípulos. Entrañaba sabiduría y la sabiduría engendra poder, y el poder se reserva a unos pocos; por eso se guarda en secreto.

Los entendidos en estas materias y siguiendo la frase latina (Silo princeps fecit), por una parte intentan desentrañar los secretos de las letras; sobre todo de la S inicial y de la T final, siempre en términos esotéricos. Por otra parte, estudian geométricamente la figura, no sólo del rectángulo básico tal, y como se hizo en Santianes, sino de los rombos que dentro y fuera del rectángulo se pueden construir.

Por nuestra parte, aquí y ahora, lo mejor será dejar estas disquisiciones a los entendidos. Bien podría ocurrir que ni el que escribe fuera capaz de hacerlo dignamente, ni los que leen tengan demasiado interés en ello. En ningún lugar he encontrado escrito el secreto, si es que existe. Cuando lo descubran los sabios, ya nos lo dirán.

Los números. Partimos de la base de que aquel que inventó el laberinto de Silo (siglo XIII), sabría calcular el número de veces que se podía leer; lo contrario parece un poco extraño. Sin embargo, Ambrosio de Morales en el s. XVI, y Mario Roso de Luna a principios de s. XX, llegaron a la conclusión de que el laberinto podía leerse de 250 maneras distintas; como ellos, otros muchos que les copiaron, cayeron en el error.

Los expertos en matemáticas que han calculado después del hallazgo de 1975, aseguran que en el rectángulo (es la figura original) hay 45.760 combinaciones, es decir que se puede leer esa cantidad de veces.

Ahora bien, si se prolongan los lados del rectángulo en triángulos, habremos convertido el rectángulo en un rombo. Y, si en este rombo se intenta calcular el número de posibilidades de lectura, resulta que han aumentado muy considerablemente, llegando a una cantidad espectacular de cerca de 300.000 veces.

Foto Jrf, noviembre 2008. Qué hemos hecho nosotros. Dos cosas. Primero, en lugar de hacer el rectángulo hemos hecho, en mosaico, el rombo; de esta forma el número de posibilidades resulta más llamativo.

En segundo lugar hemos cambiado la frase. Recordamos que la original escrita en latín dice; SILO PRINCEPS FECIT (lo hizo el rey Silo). Pues bien, nosotros, sin intentar traducir simplemente hemos hecho otra frase con la misma cantidad de letras (17), a fin de que “cuadre” el número. Hemos escrito GUIA SEÑOR MI CAMINO.

Comenzamos a hacerlo con letras de 20x30 centímetros, pensando en ponerlo en la plaza, delante de la iglesia, a medio metro de altura. Pero comprendimos que la circulación para camiones grandes no sería posible. Por eso desistimos. En su lugar, hemos hecho un rombo de 3x2,25 para colocarlo en la pared.

¿Por qué esta frase? Porque pretendemos que pueda valer no sólo para nosotros, sino también para los peregrinos. En consecuencia, debía ser una frase con contenido; sencilla, de forma que todo el mundo pudiera entenderla; y una frase que no necesitara traducción para cuantos franceses, ingleses, alemanes, italianos, etc, diariamente pasan por aquí. (las palabras camino, Señor, guía para ningún peregrino necesitan traducción).

Además, tenía que ser una frase que ayude a pensar, y a algo más. Nos explicamos. Todos podemos y debemos pensar. Y, por ocupados que estemos, tenemos tiempo para hacerlo. Pero, de una manera especial tienen tiempo los peregrinos que se pasan muchas horas diariamente caminando en silencio. Hay un librito, anónimo, del s. XIX que se titulo “El peregrino ruso”. Aquí posiblemente encontraron la idea. El protagonista sale por el mundo, peregrinando, de pueblo en pueblo, de santuario en santuario, de eremita en eremita, de orante en orante; buscando la “oración interior continua”, la manera de estar siempre orando. Se trata de muchos casos reales, perfectamente encuadrables y encuadrados entre los ortodoxos rusos de principios del silgo XIX. No es, por tanto, una invención novelesca, sino algo encarnado en la propia historia. Otra cosa es que nuestra mentalidad occidental actual descreída y alérgica a la espiritualidad no sea capaz de comprender el hecho. Pues bien, hay muchas maneras de orar bien y sin duda a cada uno le va una. El peregrino ruso encontró que rezar una jaculatoria bien y repetirla, conscientemente, no dos, sino muchas veces al día era su oración: “Señor Jesús, ten misericordia de mí”. El peregrino de Santiago tendrá tiempo de repetir la frase de nuestro laberinto miles de veces cada día; y, si intenta hacerlo con verdadero espíritu, sin duda llegará a profundidades y vivencias antes inimaginables para él. GUIA SEÑOR MI CAMINO. Cada una de las palabras será en un determinado momento para él algo que le ayude a abismarse en la naturaleza, en si mismo ... en Dios. Hasta la palabra MI, quizás la menos propicia a ello de la frase, puede en un momento dado ayudarle en su labor durante miles y miles de pasos de su peregrinar.

Esta sin duda ha sido la finalidad pretendida.