El 21 de septiembre de 1900, D. Santiago Alonso Garrote publicaba en el «Heraldo Astorgano» el siguiente artículo, que años más tarde sería recopilado en la edición del libro Astorganerías1:
Para Astorga.
Ha llegado el momento de que Astorga realice supremos esfuerzos para obtener de los poderes públicos, al propio tiempo que una zona de las que se crean, una guarnición militar.
¿Es quimérica la pretensión? De ningún modo. Cualquiera que sea la capital del distrito o distritos formados por Galicia, Asturias y el antiguo reino de León, y entrando en la adopción de ella altas razones de concentración y distribución de fuerzas, viene como por la mano la conveniencia de situar las guarniciones en los puntos de mayor importancia militar. Que la tiene Astorga es indudable. Remontándonos a tiempos antiguos, en que tanto los romanos como los gados, los árabes como los reyes de la Edad media se disputaban encarnizadamente la posesión de Astorga y reconstruían sus fortificaciones, cada vez con mayor esmero; recordando que en la guerra de la independencia tuvo esta plaza excepcional importancia, tan codiciosamente reconocida por los generales de Napoleón como sangrientamente pagada por los heroicos astorganos; aún sin hacer valer esta preponderancia de todos los siglos, Astorga, por su situación topográfica en la puerta de tres grandes comarcas, a pocos kilómetros de abruptas sierras y de sus puertos a pasos practicables, con tres importantes vías férreas en dirección de Galicia, Castilla-Asturias y Extremadura, amén de sus carreteras, caminos y cañadas, ofrece un magnífico punto de convergencia y de irradiación, que no puede ocultarse al táctico menos experimentado.
Tenemos, pues, a nuestro parecer, favorablemente resuelto el primer problema que se presenta para la concesión de una guarnición militar, esto es: importancia estratégica del pueblo, facilidad y rapidez en las comunicaciones.
Segundo problema: Instalación de la guarnición, bajo los aspectos de higiene, comodidad y amplitud, para la mejor subsistencia de los oficiales y tropa. Carecemos de cuarteles, y aún de edificios en que alojar de pronto el más exiguo contingente militar; y como al pedir un pueblo guarnición, lo primero que se les pregunta es si tiene medios para acuartelarla, es preciso que nos coloquemos en condiciones de contestar afirmativamente, antes de exponernos a una negativa. Astorga debe esforzarse en la construcción de un cuartel capaz para un regimiento de infantería, caballero o artillería, con todos los servicios anejos. Solo así, facilitando al Estado edificios apropiados, es como podremos tener guarnición numerosa y permanente; y claro está, que si el pueblo ha de tocar en primer término los ventajosísimos resultados que de ella se derivan, al pueblo incumbe los sacrificios necesarios par obtenerla y conservarla.
No todas las poblaciones pueden construir un cuartel con la relativa economía que Astorga. En efecto, sin salir del casco de la ciudad poseemos dos solares magníficos para el objeto; uno es el comprendido entre La Brecha y la iglesia de San Bartolomé, que con ligeras modificaciones en aquella entrada puede dar una superficie de dos mil metros cuadrados (incluyendo la muralla). Otro solar es la antigua plaza de toros, donde se dispone de cuatro a cinco mil metros superficiales. Ambos emplazamientos son inmejorables como situación despejada, higiénica, amplia e independiente. El principal material para la construcción nos lo ofrecen las murallas, que ahogan la ciudad y es un deber derribar en los numerosos trozos donde ya constituyen un peligro, sin responder a objeto alguno beneficiosos. Para los planos del cuartel no tenemos tampoco que salir de Astorga; de ella es preclaro hijo un ingeniero militar, orgullo del sabio cuerpo a que pertenece, y que creemos aceptaría con entusiasmo el encargo de contribuir por su parte a la prosperidad y embellecimiento del pueblo que le vio nacer.
Quisiéramos llevar al ánimo de Astorga el convencimiento en que estamos respecto de las inmensas ventajas que a nuestro pueblo reportaría una guarnición militar. Si en ello no hubiera horizontes de vida, sino constituyera para los pueblos una saneadísima renta, seguramente Burgos, Coruña, Valladolid, Granada y Sevilla no hubiesen realizado hace pocos años aquellas imponentes manifestaciones de protesta cuando se trató de traslación de sus respectivos centros militares.
Repetimos que Astorga se encuentra en excelentes condiciones para tener un regimiento acuartelado en su recinto. Para ello se necesita un cuartel, y para construirlo, dinero; pero el que algo quiere algo le cuesta. Otras poblaciones han sabido buscarlo y encontrarlo para realizar mejoras locales de dudosa importancia y de menos que dudoso beneficio. No así en nuestro pueblo, pues el puñado de miles de duros que se empleen en un cuartel, será siempre una cantidad que regalará crecido interés al día siguiente de estar ocupado el edificio.
Hacemos, pues, un entusiasta llamamiento a todos los habitantes y naturales de Astorga; a su Ayuntamiento, administrador y representante del pueblo; a sus hombre eminentes, a sus industriales, comerciantes y propietarios; a todos, en fin, cuantos amen la prosperidad de la vieja patria chica, de nuestra pobre Astorga, y ansíen verla salir de los desgastados carriles por donde camina, para tomar mayores vuelos. A todos encomendamos asunto de tal vital interés recordándoles aquel famoso lema, piedra angular de las grandes empresas modernas: QUERER ES PODER.
Casi un año mas tarde, en junio de 1901, el mismo autor firmaba una carta abierta al General Weyler en la que le hacía la petición para Astorga2:
...
«De cuanto dijo el ministro de la Guerra, se deduce que su proyecto es la creación de tres cuerpos de ejército, cuyas capitales de residencia estén en los puntos más estratégicos de la Península.
Los cuarteles serán creados en aquellos lugares de condición adecuada para la instrucción del soldado, como por ejemplo, en los campos de maniobras.
La situación actual del ejército la fijará con exactitud el general Weyler después de haber oído a los organismos militares y a aquellas personas que por su competencia intervienen en los debates suscitados en ambas Cámaras con motivo de asuntos militares.»
...
(Telegrama enviado a El Liberal, desde León, por su redactor don Carlos del Río).
Yo sé, mi respetable general, que no pertenece el «Heraldo Astorgano» a ningún organismo militar, ni tiene asiento en las Cámaras; por consiguiente, no es de los llamados oficialmente a emitir su opinión en el grave asunto de las capitalidades de cuerpo de ejército, ni acerca de los demás problemas que afectan a la organización y situación del mismo. Pero séale permitido exponer, por mediación de un su modestísimo colaborador, algunos detalles y opiniones que contribuyan al fin deseado, beneficiando, a la vez, una de las poblaciones más merecedoras de protección, y también más olvidadas por quienes la pueden otorgar. Me refiero a Astorga.
Vuecencia, mi general -si nos atenemos a las frases de «El Liberal», con motivo del almuerzo en León- cuando el alcalde de la capital le pidió la construcción de su cuartel, descorrió un poquito el velo que oculta sus propósitos, y por el resquicio pudimos ver que entra en los planes de V.E. la construcción dicha, y además la creación de un campo de instrucción y tiro en la ciudad legionense. Presumimos, en consecuencia, que no andaría muy lejos de la provincia la capitalidad de uno de los futuros cuerpos de ejército; y sin fantasear mucho, también es presumible que han de examinarse imparcialmente las condiciones de la región para completar las particularidades estratégicas del conjunto. En este supuesto, demandamos para Astorga lo que en buena cuenta le sea debido por las circunstancias especiales que concurren en la ciudad y su comarca; y persiguiendo tan honrados fines, transcribimos a continuación parte de un artículo que publicamos en el «Heraldo Astorgano», número del 21 de Septiembre de 1900. Decíamos:
«Cualquiera que sea la capital del distrito o distritos formados por Galicia, Asturias y el antiguo reino de León, y entrando en la adopción de ella altas razones de concentración y distribución de fuerzas, viene como por la mano la conveniencia de situar las guarniciones en los puntos de mayor importancia militar. Que la tiene Astorga es indudable. Remontándonos a tiempos antiguos, en que tanto los romanos como los godos, los árabes como los reyes de la Edad media se disputaban encarnizadamente la posesión de Astorga y reconstruían sus fortificaciones, cada vez con mayor esmero; recordando que en la guerra de la Independencia tuvo esta plaza excepcional importancia como antemural y llave de Galicia y de Castilla, tan codiciosamente reconocida por los generales de Napoleón como sangrientamente pagada por los heroicos astorganos; aún sin hacer valer esta preponderancia de todos los siglos, Astorga, por su situación topográfica en la puerta de tres grandes comarcas, a pocos kilómetros de abruptas sierras y de sus puertos o pasos practicables (Castrocontrigo, Molinaferrera, Foncebadón y Manzanal), con tres vías férreas en dirección de Galicia, Castilla, Asturias y Extremadura, amén de sus carreteras, caminos y cañadas, ofrece un magnífico centro de convergencia y de irradiación, que no puede ocultarse al táctico menos experimentado.»
No ha perdido su oportunidad cuanto dejamos trascrito, antes se aumenta con la próxima terminación de parte de la carretera a Mombuey, que nos servirá de camino directo hasta la frontera portuguesa, de la cual dista Astorga menos de tres jornadas de marcha (unos 90 kilómetros). El ferrocarril del Norte nos pone en rápida comunicación con León y Palencia por el Este; puerto de Pajares y la costa cantábrica por el Norte; puerto de Manzanal, Bierzo y Galicia por el Oeste. El ferrocarril a Plasencia, cuyo trazado es paralelo a la antigua vía militar romana llamada Calzada de la Plata, serviría para sostener o interceptar el paso de los ríos Órbigo y Esla cerca de su confluencia en Benavente, y para lanzar tropas a Zamora, Salamanca y Extremadura y Andalucía en momentos dados. La carretera de Mombuey, al Sur de Astorga, facilitará el acceso de fuerzas de defensa a las escarpadas montañas de Teleno, Peña Negra y a Portugal; y el camino de Foncebadón, viable para la artillería, se utilizará para proteger ese importante puerto, a unos 30 kilómetros de Astorga. Al de Manzanal conduce la carretera de Galicia y el ferrocarril del Norte, y al paso de Molinaferrera el camino de Astorga-quintanilla de Somoza.
La excelente posición estratégica de esta ciudad no se habrá ocultado a la penetración de V.E. ni a las investigaciones del Estado mayor español. Ella perdura al cabo de siglos y siglos, sin que basten los adelantos del arte de la guerra para quitarle un ápice de su importancia militar, hoy obscurecida, pero latente desde que con certera intuición la reconocieron y utilizaron lo mismo los pueblos guerreros de la antigüedad que los turbulentos reyes medievales y los modernos combatientes.
Habida cuenta de lo expuesto, fácilmente comprobable, tenemos la honra de pedir a V.E. que no se olvide de Astorga en la redacción de sus proyectos militares, y que, por las consideraciones apuntadas, cuanto por su proximidad a León, sea un factor interesantísimo en el desarrollo de sus planes. Vea V.E. en esta carta escrita, a modo de súplica documentada, no un simple trasunto de peticiones, pero sí remembranza de lo que fue y deseo vehemente de lo que debe ser este pueblo, militarmente considerado.
Vuecencia, que ha llegado al ministerio de la Guerra por eminentes merecimientos, con bríos inusitados y anhelos reformistas, inspirándose en ideas propias y concediendo alguna atención a las ajenas que no le parecen utopías, no desdeñará parar su atención en las aquí expuestas, si el que el «Heraldo Astorgano» llega a V.E. directamente, por el correo, o algún caritativa astorgano se interesa en que V.E. conozca nuestra prensa y este número especialmente, dicho sea no por deleznable vanidad periodística, sino en gracia a la futura prosperidad de Astorga, tan castigada, tan arruinada y tan maltrecha desde la guerra de la Independencia, en que dio su sangre y le arrebataron sus bienes, como olvidada y obscurecida en la esfera de protección de los Gobiernos; tan hondamente herida desde entonces que ha necesitado el transcurso de ¡90 años! para empezar a salir de la postración en que le sumió aquella epopeya y volver paulatinamente a la vida. Protéjala V.E., señor, que es noble, y es digna y agradecida; contribuya V.E. a su bienestar, ya que en su mano se halla el resorte mágico que a él conduce; pague V.E., en nombre de España, una antigua deuda de sangre y de fortuna que por España se dieron aquí sin regateo.
Astorga sabrá estimar cuanto V.E. se digne hacer en su obsequio; de ello está persuadido el más humilde de sus hijos, y fervoroso admirador de V.E., -- Santiago Alonso Garrote.
(Junio de 1901).
El 8 de junio de 1903, en el número 642 del Heraldo Astorgano, se daba una voz de alarma, ante el rumor de un posible revés, en las expectativas creadas por el traslado del regimiento.
¡Alerta, Astorganos!
Una gravísima noticia para esta ciudad, acaba de llegar a nosotros, que nos obliga a llamar la atención de nuestros convecinos.
Parece ser que el Diputado a Cortes por Ponferrada D. Severo Gómez Núñez, ha conseguido, o por lo menos trata de conseguir, que sea trasladado el Regimiento Reserva de Astorga, a la capital de su Distrito.
No podemos dar crédito a los rumores que circulan respecto a este particular, pues de resultar ciertos, serían un grave cargo para el Sr. Rodríguez de Cela, representante en Cortes de este Distrito.
De todos modos vivamos prevenidos y dentro de pocos días que llegará dicho Diputado a esta ciudad, como portador de la Real Orden nombrando Alcalde a D. Victorino Luengo, será ocasión oportuna para que una comisión del comercio, industria, propietarios y Ayuntamiento pongan en claro lo que hasta ahora solo acogemos como rumor.
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1Alonso Garrote, Santiago. Astorganerías. EDYPSA Astorga 2001. Edición facsímil de la de 1924, página 5.
2Alonso Garrote, Santiago. Astorganerías. EDYPSA Astorga 2001. Edición facsímil de la de 1924, página 8.