Revista Excelsior n.º 114, abril 1991

BOISAN, en el Municipio de Lucillo. Toma su nombre de un tal Boicanus, gentilicio latinizado pero de origen germano, que significa “de la estirpe de los Boyos”, gentes oriundas de Boia, en la región de Baviera. Del nombre gentilicio Boicanus derivó Boicán o Boisán, por el mismo proceso lingüístico que del personal Montanus vino a derivar Villamontán, esto es, granja o villa de Montano. Los sufijos -anus, -ana, tanto en la época romana como durante la Edad Media, señalan una relación al personal correspondiente, lo mismo que cuando van en genitivo. Para Menéndez Pidal esta relación al personal encierra siempre idea de posesión. En cambio, Montenegro Duque no admite en todos los casos idea de posesión. Según él, “hay que pensar que no son infrecuentes los casos en que actuales nombres de lugar que responden a un personal sufijado en -anus, -ana, no tienen sentido toponímico, sino antroponímoco, es decir, que se derivan del personal sufijado en -anus, tan abundantes en latín sobre el gentilicio correspondiente en -ius. Este sería el caso que nos ocupa: del clan o tribu de los Boyos derivó el gentilicio Boicus el cual, sufijado en -anus, dio Bianus o Boicanus, que por pérdida de letras finales derivó en Boicán o Boisán.

El gentilicio “Boicus”, interpretado como “perteneciente a los Boyos”, lo emplea Sexto Pompeyo Festo, célebre gramático latino de fines del siglo III, que escribió un compendio de la obra de Verrio Flaco titulada “De verborum significationes”. Esto indica que en el siglo III era frecuente este nombre. En el siglo III ya llevábamos muchos años de colonización romana y los romanos vinieron a nuestras tierras principalmente por el oro.

Boicus fue, pues, el propietario o administrador de una villa o granja, denominada “Villa Boicana”, es decir, “Villa de Boicus”, que más tarde se pronunció “Villa Boisana”. Como en tantos otros casos, el genérico “villa” se suprimió después, dándose por sobreentendido, quedando solamente Boisana. Finalmente, por influencia del gallego, durante el dominio suevo (que se extendió hasta el Orbigo durante más de un siglo), Boisana perdió la vocal final, quedando definitivamente Boisan, es decir, Boisán. Esto se infiere, ya que Boisán se halla enclavado en pleno corazón de la minería del oro de la Valduerna.

Efectivamente, las explotaciones auríferas en Boisán fueron particularmente intensas en la época romana, verificadas principalmente por el llamado “procedimiento de aradas”. Consistía en trazar un canal que marchaba siguiendo una curva de nivel, en coronación o a media ladera. A lo largo de este canal se practicaban numerosas sangrías o canalillos adventicios que, a modo de surcos, y a distancias de 10 o 15 ms. Se distribuían paralelamente pendiente abajo, juntándose en una salida única. Con el discurrir del agua y la acción de los útiles manejados por los operarios, los surcos iban profundizando, la tierra removiendo y separándose los cantos, que eran retirados a los amontonamientos llamados “murias”. La cantidad de tierra removida era enorme. Entre el arroyo del Valle Prado y el pueblo de Boisán hay una corona hidráulica, y al Suroeste de dicha corona se extiende una ladera con restos de explotación, en la cual, según apreciación de Clemente Sáenz Ridruelo y José Vélez González se han lavado bastante mas de un millón de metros cúbicos de tierra.

En los altos que dominan Boisán las explotaciones aún fueron mayores. Las aguas se tomaban en la presa del Río Espino, y en el depósito construido en el Teso de la Collada se juntaban con las procedentes del arroyo de Valle Prado. En el tramo que media entre Boisán y el Río Espino, se construyeron 3 estanques para almacenamiento de aguas. El menor de ellos mide una Ha. de superficie. Calculan los referidos autores que sólo en este sector fueron barridos, como mínimo, 30 millones de metros cúbicos de terreno.

Antonio Justel Carracedo