“¡Salta de alegría, hija de Sión!
¡Lanza gritos de júbilo, hija de Jerusalén!
He aquí que viene a ti tu rey.
Es justo y protegido de Dios,
Sencillo y cabalgando sobre un asno,
Sobre un pollino, hijo de asna”.
(Zacarías, 9,9)
Con estas palabras anunciaba el profeta Zacarías uno de los hechos más sorprendentes de la vida de Jesús. Y lo primero que nos sorprende, como dice Martín Descalzo en su “Vida y Misterio de Jesús de Nazaret”, es que es el mismo Jesús quien toma la iniciativa de su entrada triunfal en Jerusalén. El, que tantas veces había huido de este tipo de manifestaciones, se diría que la busca ahora; es El quien manda a buscar el borriquillo: “Al acercarse a Betfagé y Betania, en el monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y entrando en ella hallaréis un pollino atado, que todavía no ha sido montado por nadie; desatadlo y traedlo.” (Lc 19, 29-30). Incluso podría parecer que Jesús quisiera paladear por un momento, antes de descender al más profundo de los abismos, al más terrible de los dolores, el sabor de la victoria, esa gran victoria que se producirá días más tarde con la resurrección, con la Pascua. Será el triunfo más grande que ningún hombre pudiera soñar: el de la vida sobre la Muerte.
Tal vez nos convendría aclarar un poco el significado de la montura que Jesús elige para este momento y decir que el asno era en la Palestina de aquel tiempo una cabalgadura de personas importantes desde tiempos remotos y que no tenía nada que ver con el simple animal de carga que nosotros conocemos o con el Platero de Juan Ramón Jiménez. Por tanto Jesús “no busca tanto la humildad como el animal normal entre las gentes de su país, gemelo al que la novia usaba el día de su boda o el que se ofrecía a cualquier persona a quién se quisiera festejar”.
¿Y qué decir de toda aquella multitud que, sin saber muy bien porqué, gritaba :”¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, y que días después gritaría también con ignorancia “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!. Así de volubles e inconsecuentes somos los seres humanos.
Pues bien. Esto es lo que nuestra Cofradía celebra: a Jesús como Rey de la Vida, como Rey del Amor, del Perdón, de la Paz, como Rey del Universo. Este si que es un verdadero líder, que da la vida por los suyos. Por eso desde este año, los cofrades nos reuniremos en torno a nuestro Rey para celebrar su fiesta, la nuestra: Cristo Rey del Universo. Será un buen momento para reencontrarnos, para confraternizar (eso significa la palabra cofrade), para hablar de la Cofradía, para soñar e ilusionarnos con ella. Será también como el pistoletazo de salida para comenzar a preparar la Semana Santa siguiente. No olvidemos que la Cofradía debe estar viva durante todo el año, no sólo en el domingo de Ramos, y que es necesario mucha ilusión y mucho trabajo para que un proyecto, por pequeño que sea, salga adelante. Es preciso también un gran esfuerzo por renovar cada año la Cofradía, los actos, las costumbres, las formas, los cargos. A menos que queramos que la Cofradía termine desapareciendo.
Tal vez la celebración de esta fiesta en torno a Cristo Rey, nos ayude en todo esto.
Roberto Fresco.
________________________
*Del número 125-127 de la Revista Excelsior de marzo-mayo de 1992.