Revista Excelsior n.º 124, febrero 1992

En el nº 120 dejamos a Boisán involucrado en las peripecias y avatares de los sucesivos reyes suevos; avatares y peripecias que afectaron más a la casta militar de los invasores que a los propios nativos, los cuales, pasado el mal momento de la invasión, siguieron la vida normal aferrados a sus tradiciones y costumbres sin ser grandemente molestados por el invasor. Los habitantes de estas tierras tenían por mejor la servidumbre sueva que el imperio de los romanos y su severidad. Las disensiones y problemas más graves surgieron en el aspecto religioso. Cuando los suevos llegaron a estos pagos no conocían el cristianismo, mientras que los nativos hispano romanos eran católicos. Durante el siglo V, como en su día vimos, aquellos se hicieron sucesivamente católicos, arrianos y nuevamente católicos. Tales mudanzas repercutían en malos tratos a las gestes del pueblo, malos tratos que los obispos de Astorga, en cuanto estuvo de su parte, trataron de evitar.

El catolicismo se extendía, en general, por toda la región, pero maniqueos y arrianos se esforzaron en propagar sus doctrinas, y mientras que las montañas del Bierzo se poblaban de cenobitas y de conventos sus valles, estos lugares asentados en las estribaciones del Teleno fueron considerados como refugio de herejes. No solamente maniqueos y arrianos se procuraban prosélitos, sino que también surgieron supervivencias del viejo gnosticismo, doctrina filosófica, mezcla de la cristiana con creencias judaicas y orientales. Nacido, según se piensa, de la mitología babilónica influyó en el primitivo cristianismo, pero sus diversas ramas, entre las que se cuenta la doctrina de Prisciliano, fueron declaradas heréticas. En relación con esto, tenemos un interesante hallazgo arqueológico, del cual Matías Rodríguez hace la siguiente descripción: “Anillo de oro, liso, de forma octogonal, de 12 mil. De diámetro interior, 4,50 de ancho y 5 gramos de pesos. Apareció en Astorga en una heredad del arrabal de Rectivía. Lo poseen (año 1909) los herederos del industrial y comerciante D. Juan Panero. Tiene letras griegas, distribuidas de manera que corresponden dos a cada lado del octógono ...”. Se cree que proceda de la secta de los gnósticos priscilianistas, cuyas creencias y doctrina tan arraigadas estuvieron en tiempos de Santo Toribio (época de los suevos), santo que fue su verdadero azote.

En este ambiente de herejía y paganismos, una de las costumbres heredadas de los romanos, que arraigaron en Boisán durante el dominio suevo y perduraron más tarde con algunas modificaciones, fue la introducción de las MAYAS, fiestas celebradas en honor a la diosa Flora, que llevaron a la coronación de la llamada Maya o reina de Mayo. A tal fin se elegía una niña de 10 ó 12 años, distinguida por su belleza, a la que se adornaba con cintas, flores y joyas y se sentaba en un trono frente al “mayo”, consistente éste en un alto mástil o palo cubierto de plantas y flores, en torno al cual se organizaban bailes durante varios días consecutivos.

El culto a Flora, diosa romana de las flores, se cristianizó más tarde con la introducción de Mayo considerado como mes de las flores consagrado a María. Pero la costumbre de clavar en el suelo una viga o mástil llamado “mayo”, coronado por un ramo de flores o por un monigote, y exhibirlo así durante el mes de igual nombre se ha mantenido hasta la época moderna no sólo en Boisán sino también en otros pueblos, y en algunos aún se sigue en nuestro días. Pero en cualquiera de los casos la idea pagana de levantar el mayo en honor de la diosa Flora ha perdido su sentido y sin mas trascendencia se sigue por costumbre ignorando su origen, completamente suplantada por la idea del mes de las flores consagrado a María. La costumbre de levantar el mayo -cuando esto se hace- no pasa de ser un simple entretenimiento en el que se entra por tradición. La devoción del mes de mayo como mes de la flores consagrado a María llena, en cambio, el corazón de los cristianos.

Antonio Justel Carracedo