Es bien conocida la costumbre que en el pasado tenían diversas cofradías de repartir el día de la fiesta una bolla de pan, que entonces siendo de trigo era un manjar muy apreciado y por tanto festivo.
Quizá las bollas sustituían al banquete que en otras ocasiones tenían los cofrades y que por ser con frecuencia abusivo prohibieron muchos obispos.
El compartir aunque no fuese más que una bolla de pan, al acabar la misa y procesión festiva, o el cabildo en el que se nombraban los oficios de la cofradía, significaba la fraternidad cofrade y el gozo de la fiesta.
Son bastantes los documentos sobre este tema que se encuentran en archivos de cofradías, pero si nos detenemos en este concreto que es una “Escritura de las bollas de San Pedro” que pasó el 4 de febrero de 1808 ante el escribano Manuel Antonio Molina, (AHPLEON. Protocolos caja 10.856), es porque además de cumplirse dos siglos del pequeño acontecimiento, quizá fue un contrato que no pudo cumplirse porque aquel año por San Pedro ya estaban bastante complicadas las cosas con la guerra de la Independencia que Astorga vivió con indudable protagonismo.
Se hacía con bastante prevención de tiempo el contrato de las bollas, lógicamente no se quería quedar en evidencia si llegado el momento de la fiesta por algún descuido faltase aquel sencillo pero estimado complemento gastronómico.
El hecho es que en febrero José del Otero, pandero vecino de Puerta de Rey, teniendo como fiador a Melchor del Otero, probablemente su hermano, se obliga, con todas las formalidades de derecho, “a dar a la cofradía del Apóstol San Pedro, sita en el arrabal de Rectivía las bollas necesarias para los hermanos para la víspera, día del Santo y nombramiento de oficios para lo cual confesamos haber recibido de la cofradía yo dicho José cinco cargas y media de trigo de buena calidad según la muestra que se me manifestó al tiempo del remate, las cuales hemos de dar masadas por dichos días en bollas de a libra y panes de a dos, entregando por cada media carga treinta y nueve hogazas y media de a cuatro libras de buen pan bien acondicionado y masado a gusto y probación de los tajadores y probadores que al efecto nombra la cofradía, siendo de nuestra cuenta ponerlas en el sitio en donde se reparten y bajo la pena de pagar todos los daños, atrasos y perjuicios que por el no cumplimiento se causen y originen a la cofradía a lo que se obligan según dicho es”.
Sorprende que para algo que se puede considerar nimio se tomen providencias tan serias y resulta por ejemplo muy curioso el que se aporte ante el notario una muestra del trigo que la cofradía entrega al panadero, proveniente probablemente de las rentas que cobra en especie, para que quede patente su calidad.
Como decía, a pesar de toda la seriedad de la obligación de tener el 28 de junio dispuestas las bollas y las hogazas en Rectivía, es posible que el bueno de José del Otero no haya podido cumplir, ya que la guerra contra los franceses alteró el vivir cotidiano y trastornó las costumbres y aunque todavía entonces no sufría Astorga agresiones bélicas directas si que transitaban por ella los ejércitos y muchos astorganos se habían alistado para defender la patria.
Sea lo que sea ahí en esta pequeña nota queda el testimonio de una costumbre festiva, el reparto de unas bollas de pan de trigo, bien amasado y sabroso que acompañaba la celebración anual de San Pedro en Rectivía.
Miguel Ángel GONZÁLEZ GARCÍA
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El Faro Astorgano, martes, 11 de noviembre de 2008, nº 6.918
DE OTRO TIEMPO ... 1808. Las bollas de la cofradía de San Pedro de Rectivía.