A pesar de la desaparición de varias de las Hermandades o Cofradías mencionadas en las páginas anteriores, aún quedaban tal vez demasiadas para una población que no contaba con numeroso vecindario en aquellos tiempos, puesto que además de éstas había otras, cuya relación no corresponde aquí.
Comienzan a disminuir en el siglo XVI, y mas especialmente en el XVII, las limosnas y fundaciones piadosas, que con tanta liberalidad y abundancia se hacían en épocas anteriores a favor de las almas de los donantes, de sus antepasados, …
A esta disminución de dotaciones hay que añadir la de las rentas de los bienes, motivada, ya por la rebaja de los intereses del 5 al 3%, ya por la desaprensión de los que negaban lo que debían. …
Con la existencia de tanto hospital se daba margen al abuso, favoreciendo la vagancia y el horror al trabajo de los aficionados a vivir a costa del prójimo, mal que siempre ha existido y de seguro existirá perpetuamente. …
No dejaban de comprender las Cofradías que obtendrían muchas ventajas, al par que desaparecerían los inconvenientes mencionados, de una unión entre ellas, de una concordia, ya que no fuera la fusión en una sola, a fin de que hubiera unidad y economía en el cumplimiento de sus instituciones. Así lo comprendían y lo quisieron llevar a la práctica las seis Cofradías de San Esteban, Santa Marta, San Feliz, Los Mártires, Corpus Christi y San Nicolás, … En 11 de Julio de 1521 se reunieron las seis mencionadas Cofradías en el hospital de los Mártires; en esta reunión se expusieron los abusos y perjuicios que había por la mala administración seguida, especialmente por la falta de visitadores para los hospitales; de esto provenía que muchos pobres dormían por las calles, porque los hospitaleros no los querían acoger; otros, encontrándose bien en un hospital, se estaban allí meses enteros, y después los recorrían todos. Para evitar uno y otro abuso nombraron dos visitadores, que fueran todas las noches a los hospitales, vieran los pobres que había; reconocieran las camas y las ropas; recorrieran la Ciudad y llevasen los que en ella encontraran, alojándolos convenientemente sin mandar más a un hospital que a otro, y que no permitiesen estar en la Ciudad más de tres días a los que no estuvieran enfermos108.
Ya fue éste un paso muy acertado para la buena inteligencia y armonía entre hermandades que tenían un fin común; fue una idea que siguió cundiendo y abriéndose camino109. En el año 1539 puede decirse que comenzó la verdadera unión o hermandad entre las cinco; en él se formaron una Ordenanzas comunes para todas ellas, aunque continuando cada una nombrando sus pelostres, sus mayordomos, uno clérigo y otro lego, su procurador y su juez con la independencia en la administración de sus bienes y cumplimiento de cargas, …
A los dos años de formadas estas Ordenanzas ya quisieron llevar a la práctica la idea de la fusión. En las cuentas dadas por el Mayordomo de la cofradía de Santa Marta en el año de 1541 se dice que en 18 de Enero de 1541 se gasto un real con la gente que acudio para hacer cabildo para que todas las cofradías se encerrasen en una e no ubiese mas de un espital. Se ve que esta Junta o cabildo se abordó ya de frente la cuestión de la fusión de todas, formando una sola con un solo hospital. Pero, a pesar de esto, no se llevó a cabo el intento, sin que puedan conocerse las causas que lo impidieron.
En las nuevas Ordenanzas formadas en el año 1590, también generales para ellas, se confirmó la hermandad que ya tenían, y hay capítulos que estrechan más la concordia, siendo mas propios de una sola Cofradía, pues ya se llegó a señalar los hospitales en que se habían de recoger solamente las mujeres, y otros para los hombres, enfermos y transeúntes. Tampoco se realizó la fusión en el año 1627, en que ya se acordó hacer un solo hospital para las cinco, a lo que habían de concurrir todas ellas con sus fondos.
Pero no tardó en llegar el cumplimiento de los deseos abrigados desde hacía casi un siglo. Se verificó la unión de todas, formando una hermandad o Cofradía, en el año 1635, como lo dice el capítulo 1º de las Ordenanzas formadas en el 1690110. En dicho año de 1635 las cinco Cofradías acordaron la fusión de todas, y acudieron al Marqués, como patrono, pidiendo su aprobación. en vista de esta petición dicho Señor comisionó al Corregidor para que se formara el expediente de utilidad y necesidad, y acreditadas éstas, con los informes de doctos varones, como del P. Guardián del convento de San Francisco y del Prior del de Santo Domingo, el Señor Marqués, D. Alvaro Pérez Osorio, aprobó la unión o fusión, formando una sola Cofradía111, en el año de 1645.
De la unión y aprobación por el Marqués se dio cuenta a la Hermandad en la Junta general celebrada el día 25 de Julio del referido año de 1645, acordándose en consecuencia que en adelante no hubiera ya más que un Juez, un Mayordomo, un Procurador, dos Contadores y dos Visitadores, pero que continuaran los cinco Capellanes, que cumplieses las cargas de cada una de las Cofradías unidas, y que la nueva se llamase de Santa Marta, San Feliz, Los Mártires, Corpus Christi y San Nicolás, con cuyos nombres de conoce hoy, y también con el de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, a cuya advocación fueron dedicadas al final de las Ordenanzas del año 1690, con estas palabras: y sea a honor, gloria y honra de las cinco Llagas, con que Cristo nuestro Redentor Dios y Señor nos redimió.
Formada ya una sola Cofradía, y reunidos los intereses de las cinco en una administración, resultó lo que no podía menos de suceder: grande beneficio en la parte económica y unidad en la dirección y marcha en el cumplimiento de los cargos que tomó sobre si. Por de pronto se prescindía de los gastos que cada una tenía que hacer para el pago de las gratificaciones que se daban a los respectivos Jueces, Mayordomos, Procuradores y más personas encargadas de prestar los servicios necesarios, gastos que, si bien no eran muy grandes, sumaban al año una cantidad no despreciable, que aumentaba con lo que se pagaba a los médicos, cirujanos, hospitaleros y material para cada uno de los hospitales, y conservación de los edificios. Y respecto a la dirección y marcha de las Cofradías, si bien se había ganado mucho con los convenios entre ellas, y con las Ordenanzas comunes, que imprimieron la unidad y armonía tan necesaria entre hermandades que tenían un mismo objeto, quedaban no obstante muchas cosas, que les restaban prestigios, y eran causa de faltas, que debían desaparecer, y desaparecieron, en efecto, con la fusión de ellas, y muy especialmente con la resolución adoptada para la reducción y señalamiento de número fijo de cofrades; con ello desapareció la ocasión de barullos, disputas y disgustos que eran consiguientes a tan numerosas reuniones, sobre todo cuando eran generales o de los individuos de todas las cinco.
La nueva Cofradía asumió en sí todas las cargas que pesaban sobre cada una de las anteriores, así como también los intereses o rentas que tenían. Para el cumplimiento de las fundaciones piadosas, que era la obligación más esencial, -pues la hospitalidad fue voluntaria- siguió teniendo cinco Capellanes, para cumplir, en el mismo modo y forma que antes, las misas y más funciones establecidas en las diferentes iglesias y capillas de la Ciudad.
Aunque no estaban fusionadas, sino tan solo hermanadas y regidas por unas mismas Ordenanzas, quisieron ya las Cofradías en 1626 tener un hospital común o general para ellas, contribuyendo cada una a su sostenimiento en proporción a los recursos con que contase. En esta fecha se habían cerrado ya los hospitales de Santa Marta, San Feliz y San Nicolás, y acaso por no reunir las condiciones necesarias para esta clase de establecimientos los dos que aún existían, el de Los Mártires y el de Corpus Christi, acordaron las Cofradías comprar una casa, que, arreglada convenientemente, sirviese para el fin que deseaban. A este efecto, y después de los tratados y licencias de rigor, convinieron con el canónigo don Juan Villegas, como apoderado de don Rodrigo Velarde de Valderrama, arcediano de Carballeda en esta Catedral, comprar la casa que este señor poseía junto a la puerta de Sol, con la que lindaba, y con la muralla, y con el hospital de San Esteban y con una casa de la cofradía de San Feliz. Convenidos en el precio de 370 ducados -4070 reales- (y no fue mayor el coste, porque la casa pagaba una carga de trigo de foro a la cofradía de San Feliz) el don Rodrigo confirió al Sr. Villegas poder especial, en Valladolid el 27 de Enero de 1626, para otorgar la correspondiente escritura de venta, como se verificó en 18 de Febrero del siguiente año de 1627, tomando el día 22 posesión de ellas las Cofradías por sus apoderados Domingo Laguna, platero, y Juan Carbajo Moro, cuya posesión les dio el alguacil mayor de la Ciudad, Pedro Jiménez, con mandamiento del Corregidor don Diego de Toledo.
En el solar de las dos casas edificaron las Cofradías el hospital en las condiciones debidas, y también la Capilla para servicio de ellas y comodidad de los enfermos. No bastando los recursos de que podían disponer, tuvieron necesidad de recurrir al préstamo, constituyendo un censo redimible de 300 ducados (3300 reales) de principal a favor del canónigo don Juan de Castro, censo que concluyeron de redimir al Cabildo Catedral en 1649. Terminada la obra del hospital, trasladaron a él los enfermos que había en los de Los Mártires y Corpus Christi, que vendieron, y comenzaron también a recibir en él los peregrinos y pobres transeúntes.
Para toda la obra, y en especial para la de la Capilla, contribuyó con mucha cantidad un virtuoso sacerdote de esta Ciudad, llamado don Andrés García, que, según se lee en algunas notas, la hizo él casi toda, y las Cofradías hicieron los tres altares, que se pusieron en ella.
A pesar de estar la Capilla dispuesta con todo lo necesario para el culto divino, pasáronse bastantes años sin celebrarse en ella las funciones religiosas, ni siquiera decirse Misa, a causa de no querer los Reverendos Obispo de la Diócesis bendecirla, ni dar licencia para ello, por la cuestión, que tanto se exageró por una y otra parte, de visita de las Cofradías y hospitales por parte de los Prelados, a cuya visita no se sujetaban las hermandades, por estar exentas como laicales, debido a lo que no pagaban subsidio. Así estuvo sin bendecir hasta la vacante de la Mitra por traslado al obispado de Avila de don Bernardo de Atayde, en cuya ocasión los Gobernadores eclesiásticos dieron licencia par bendecirla -solicitada ya en 1º de Mayo de 1648- y la bendijo en 1655 el capellán de coro y de la de San Nicolás Lic. D. Lucas Alvarez, desde cuya fecha comenzaron a cumplirse en ella las misas y fundaciones que no tenían iglesia determinada, y también las que la tenían, pero que se habían arruinado. Después se obtuvo autorización de la Autoridad eclesiástica para cumplir en ella las fundaciones, que se celebraban en otras capillas, y últimamente, en 13 de enero de 1806, el Vicario Capitular, S.V., don Francisco Saro Cuetos, a petición de la Cofradía, autorizó la celebración de todas las misas y fundaciones en la capilla del hospital para evitar cuestiones y disgustos con el Cabildo Catedral y Párrocos, por coincidir muchas de las misas de la Cofradía con funciones que se celebraban en dichas iglesias.
Verificada ya la deseada y tan beneficiosa unión de las cinco en una sola cofradía, edificado el espacioso hospital para los enfermos, peregrinos y pobres transeúntes, y también la Capilla para cumplimiento de las muchas fundaciones espirituales que sobre ella pesaban, pudo ya la nueva hermandad dedicarse con todo acierto y libertad a poner en orden y armonía las aspiraciones que cada una de ellas tuvo. Así se ve, por los escritos que aún se conservan, el esmero puesto en llenar cumplidamente los encargos de misas y más funciones religiosas, tal como estaban prescritas, y conforme al nuevo estado creado, y dirigir su atención, de un modo especial y muy laudable, al ejercicio de la caridad para con el desvalido, adoptando todas aquellas disposiciones que creía más conducentes según los casos, obligando a los cofrades y dependientes al exacto cumplimiento de las acertadas disposiciones contenidas en las ordenanzas por que se regían antes de la unión, que no modificó la nueva hasta el año 1690. Gracias a estas disposiciones y al buen arreglo en la parte económica, pudo sostener el prestigio adquirido y tener fondos, no solo para cumplir los dos principales objetos de su fundación, sino también para los gastos que le proporcionaban los pleitos y cuestiones que se las promovían, adquirir aumento de rentas, en lo que empleaban el sobrante de ingresos, y pagar muchas otras gabelas, a que tenían que contribuir, según lo habían hecho cada una de ellas cuando estaban sin unir.
Vio disminuir notablemente sus rentas cuando la desamortización decretada por el célebre ministro Urquijo en el año 1798. Entonces se le vendieron bienes por valor de muchos miles de pesetas, que aunque estaba destinado a producir el 3% para las despojadas Cofradías, por allá se quedaron los intereses sin que se cobrase nada en tiempo alguno.
Vino a sufrir, a los pocos años, otro rudo golpe con la guerra de la Independencia. No solo sufrió graves perjuicios en el cobro de las rentas, sino que vio destruido por completo el edificio-hospital con su capilla por los bombardeos sufridos en aquellos aciagos días, durante los que se suspendieron todos los actos de cofradía y hospitalidad.
Tan luego como pasó aquella asoladora nube, continuó la Cofradía cumpliendo, de la manera que le fue posible, los cargos que tenía, y para acoger enfermos arrendó una de las casas que, al final de la plaza mayor112, tenía en esta Ciudad el mayorazgo de Los Salazares, y allí estableció el hospital. Desde luego pensó en la nueva construcción del edificio en el mismo sitio que ocupó el destruido, y al poco tiempo comenzaron las obras, que duraron varios años, aunque ya se establecieron allí los enfermos el 24 de Diciembre de 1818, continuando los trabajos para la terminación total de la capilla hasta el 1826, en que parece se dio fin a la obra, tal como hoy existe.
De grandísimo auxilio sirvió para la obra la agregación a esta cofradía de la antigua de San Esteban, extinguida por Real Orden del año 1817, que, aunque había perdido mucho de sus rentas con la venta de sus bienes por el Estado en 1798 y 1799, aún tenía regulares ingresos.
Con motivo de la Ley desamortizadora de 1835 y las de años anteriores, acabó la Cofradía de perder sus bienes y sus rentas, quedándole solamente algunos foros y censos y los intereses de una pocas láminas que el Estado pagaba cómo y cuando quería. Así es que, a pesar de los grandes esfuerzos que hacía para pagar la muchas atenciones que pesaban sobre ella, se vio muy mal, y tuvo necesidad de acudir al Vicario Capitular de la Diócesis pidiendo la conmutación o supresión de bastantes solemnidades de fiestas, que les fue concedida por decreto de 29 de Noviembre de 1849, dado por D. Vito Magaz. Después en 1878 el Ilmo. Señor Obispo Brezmes concedió otra supresión de las solemnidades, que aún se celebraban, por la escasez de recursos, debido a las malas pagas de los intereses de las láminas del Estado.
En el mismo año de 1849 procedió la Cofradía a un arreglo ventajoso para ella y su hospital. Los enfermos de los hospitales eran asistidos y, caso de fallecimiento, enterrados por los Párrocos de la parroquia en que radicaban dichos establecimientos, y lo mismo se siguió haciendo en el de Las Cinco por el párroco de San Bartolomé. En 29 de Noviembre de 1849 procedió la Cofradía a la reducción de los cinco Capellanes, que sostenía, a uno solo, con la obligación de asistir, administrar los Santos Sacramentos a los enfermos, enterrar a los que fallecieran, y acompañar su cadáver al cementerio, celebrando el correspondiente oficio de difuntos con misa. Decir y aplicar todas las misas de fundación y la de once los días de fiesta, con las demás que se aplicaran por los hermanos difuntos, etc. Para su dotación se señaló una parte de las rentas de la Cofradía, y para no ser tan gravosa a ésta, los Hermanos dejaron para ella casi todos los interpresentes que tenían derecho a percibir por la asistencia personal a muchas funciones, que estaban dotadas en su misma fundación; quedaron para ello también las llamadas bollas de Sta. Marta, según se dijo al hablar de esta Cofradía, es decir, se computó el valor del trigo que se empleaba en dichas bollas, y se le señaló nuevo estipendio por las misas de entierros y de los hermanos difuntos.
Otra reforma de necesidad urgente se venía sintiendo hacía ya años para la mejor asistencia de los enfermos acogidos en el hospital y también de relativa economía. Este benéfico establecimiento permanecía aún, como en los primitivos tiempos, entregado a las manos mercenarias de un hospitalero, que con su mujer cuidaba de los enfermos, dándoles la alimentación del Médico, pagando la Cofradía las medicinas, chocolate, y los otros alimentos que no entraban en la ración ordinaria. Si bien los acogidos no carecían de lo necesario para el alimento y su curación, no podía menos de notarse cierta deficiencia en todo, incluso en la limpieza, aseo, y en especial en el cariño, que tanto necesita el que está postrado en cama, sufriendo los rigores de una enfermedad. Por mucho celo que desplegases los Visitadores que diariamente tenían que ir al hospital a inspeccionar las comidas, e inquirir de los enfermos el cuidado del hospitalero para con ellos, no se podían evitar descuidos y faltas en el servicio113. Queriendo la Hermandad dar mayores pruebas de su amor a los enfermos que acogía en el hospital, trató de excogitar los medios más convenientes a este objeto, y no encontró otro más a propósito que encomendar el servicio a una de la comunidades de religiosas que se dedican por su institución a prestar los cuidados de su celo y caridad en los establecimientos de beneficencia. En 16 de Febrero de 1889 se trató seriamente el asunto en Junta General, y se habló de las Hermanas de la Caridad; se volvió a hablar de ello en sesión de 1º de Junio de 1890, pero nada se hizo hasta la Junta General de 25 de Julio de 1892, en que definitivamente se acordó nombrar al que esto escribe para entenderse con alguna Comunidad religiosa, que quisiera venir a prestar sus servicios en este hospital. En las sesiones de 15 y 29 de Septiembre y 7 de Octubre de dicho año 1892 se examinaron las condiciones exigidas por la Superiora genera de las Siervas de María ministras de los enfermos, y viéndolas muy ventajosas y más convenientes que las de otras comunidades, se acordó encomendarlas el servicio del hospital, y en 9 de Noviembre del mismo año vinieron a instalarse y hacer la fundación las religiosas Sor Esclavitud Sorni y Sor Rafaela Presno, llegando después de unos días otra Sierva Sor Clara Galán.
Otra razón tuvo la Hermandad para preferir a las Siervas de María y confiarlas el servicio del hospital. Mucho influyó en el ánimo de los Cofrades el amor a sus convecinos en la ciudad y arrabales, proporcionándoles la inmensa ventaja de poder utilizar en sus enfermedades el servicio de unas personas, que, por su libre voluntad, se obligan con votos solemnes a asistir a sus prójimos en sus dolencias, sin reparar en pobres ni en ricos, ni en la clase de enfermedad que padezcan, por repugnante que sea. A todas horas están dispuestas y prontas para acudir al lado del enfermo que necesita de su auxilio, tan eficaz y esmerado, como pueden atestiguar los muchísimos que de él han necesitado. Para satisfacer esta pública necesidad la Comunidad de siervas ha tenido que aumentar el número de las Hermanas, y la Hermandad ceder algunas más habitaciones para el uso de ellas. Nadie niega la inmensa ventaja que proporciona tal servicio; pero ¿corresponde a él la Ciudad? sin duda no comprende que, prescindiendo de las que la Cofradía paga para el servicio del hospital, las demás se sostienen de las limosnas que los bienhechores les proporciona, sin que la Hermandad pueda socorrerlas, cual deseara, por la pequeñez de sus rentas, que si llegan a cubrir los gastos anuales es debido al celo e inteligencia de los individuos que componen la Cofradía, ayudados por la habilidad de las Siervas en la difícil tarea de la dirección de una Casa de Beneficiencia. El día que el Estado cargue mayores impuestos a los valores que posee la Cofradía o deje de pagarlos, ésta se verá en la triste necesidad de cerrar el hospital.
Esta Cofradía se rige por las Ordenanzas que formó en el año 1826, modificando bastante las antiguas del 1690, y fueron aprobadas por el rey D. Fernando VII en el 1827. Se compone de doce Hermanos o Congregantes. Tiene Capellán para el cumplimiento de las Misas de fundación, y asistencia espiritual de los enfermos acogidos en el hospital. Tiene asimismo médico para los mismo, y por no contar con medios para ello, carece de salas de cirugía.
Además de las salas de enfermedades comunes u ordinarias habilitó la Hermandad otras en la planta baja para enfermedades contagiosas, pues no puede desechar a los enfermos de ésas, sin contravenir a las disposiciones de las Ordenanzas antiguas y modernas. Tiene también algunas camas en otras habitaciones para enfermos de pago, que no quieran o no puedan estar en las salas generales.
Historia de la Beneficiencia en Astorga por D. Angel San Román.
Astorga 1908, páginas 313 a 331.
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108 Sin duda que éstos eran los pícaros de que hacen mención en varios años los Mayordomos al dar sus cuentas: en las de 1586-87 y en las de 1595-96 de la cofradía de Santa Marta, y en las del 1594-95 de la del Corpus, dadas éstas por Gregorio Español, célebre escultor, consta, en aquellas, la partida de 7 reales y 1 maravedí, y en éstas de cuatro reales dados a Diego López por el cargo que tiene de echar los picaros de la Ciudad. Lo pagaban entre las cinco.
109 Se entiende de las de las cinco, pues la de San Esteban, como se llamaba de los nobles no quería nada con las de los plebeyos.
110 No existe libro de Actas del año 1635, y faltan las de varios otros años.
111 No he encontrado el expediente original, pero tomo estas notas de otros documentos, que así lo refieren.
112 Principio de la calle del Angel, hoy de La Bañeza.
113 Consigno con grande placer los excelentes servicios prestados por el hospitalero Miguel García y su mujer Catalina; durante los muchos años que sirvió el cargo, no se que ningún visitador tuviera necesidad de llamarle la atención; siempre puntual, e inteligente, no descuidaba cosa, por pequeña que fuese, referente a la limpieza, aseo, cariño y bondad para los pobres enfermos, de quienes nunca se recibió queja alguna.