Foto Agapito Arce En el último tramo de muro frontal de la parte mas exterior de este lateral, se representan las tres virtudes que mueven la vida de la Iglesia, virtudes en las que la Iglesia se construye en el devenir del tiempo y por las que se encamina a su destino final: Las teologales Fe, Esperanza y Caridad. La intención de la representación, creo que es clara. Estaría de fondo uno de los núcleos principales del mensaje de primera a Corintios: El cristiano tiene que revivir lo original y conservar lo fundamental de la fe, y debe anunciarla sin partidismos ideológicos, dando razón de ella y llevarla a la práctica, para lo cual es necesaria la esperanza porque “nuestro saber es limitado” pero con la certeza de que lo que hoy no es posible, mañana lo será. Y uniéndolas y afianzándolas, la caridad que, “espera sin límites porque el amor (de Dios y del que ama según Dios) no pasa nunca”, por ello es la más excelente de todas. Su representación es simbólica en figuras femeninas y en la línea iconológica clásica.

El carácter sagrado y orgánicamente estructurado de la comunidad sacerdotal (se refiere al sacerdocio común de los fieles) se actualiza por los sacramentos y por las virtudes. (L.G.11).

La fe.

Foto Agapito Arce Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y, regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fue que recibieron de Dios mediante la Iglesia. Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras ... (L.G.11). La totalidad de los fieles, que tienen la unción del santo, no puede equivocarse cuando cree, y esta prorrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando “desde los obispos hasta los últimos fieles laicos” presta su consentimiento universal a las cosas de fe y costumbre. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente “a la fe confiada de una vez para siempre a los santos”, penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida. (L.G.12).

Foto Agapito Arce La figura alegórica de la fe se eleva en la parte superior, vestida de blanco (color propio de esta representación alegórica) y de amarillo (queriendo significar el oro) luz de Dios, así la representamos en paralelo con la Iglesia, “la fe que recibieron de Dios mediante la Iglesia” (L.G.11). Tiene sus ojos tapados, “la fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Hb.11,1). Muestra en su mano derecha, velada con su mismo manto, en señal de la sacralidad de lo que toca, el sacramento eucarístico, “viático para la vida eterna” (oración conclusiva de la misa exequial). Eleva su brazo izquierdo hacia la Luz de Cristo significada con una lucerna encendida que lleva grabada el Crismón (anagrama de Cristo). En el broche que le sujeta el manto, a la altura del pecho, lleva la cruz, signo de la redención del género humano y triunfo de Cristo sobre la muerte.

La esperanza.

La restauración prometida que esperamos, ya comenzó en Cristo, es impulsada con la misión del Espíritu Santo y por Él continúa en la Iglesia, en la cual por la fe somos instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, mientras que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos encomendó en el mundo y labramos nuestra salvación ... Teniendo, pues, por cierto que “los padecimientos de esta vida son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros” (Rm.8,18), con fe firme aguardamos “la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (Tit.2,13), quien transfigurará nuestro cuerpo terrenal en cuerpo glorioso semejante al suyo (Fil.3,12). (L.G.48).

Foto Agapito Arce La figura alegórica de la esperanza se sitúa en la parte inferior izquierda de la composición, se representa de forma sedente, vestida de túnica blanca sombreando los pliegues de la misma con verde oscuro, y mira a la fe, señalándola con la mano izquierda, “por la fe somos instruidos también a cerca del sentido de nuestra vida temporal, mientras que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos encomendó en el mundo” (L.G.48). En la derecha sujeta el símbolo que la caracteriza, el ancla, “por las cuales (se refiere a las promesas hechas por Dios) nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta, que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma” (Hb.6,18-19).

La caridad.

Foto Agapito Arce

Dios es caridad, y el que permanece en la caridad permanece en Dios y Dios en él (IJn.4,16). Y Dios difundió su caridad en nuestro corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Por consiguiente, el primero y más imprescindible don es la caridad, con la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Él. (L.G.42).

Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. (L.G.40).

La figura alegórica de la caridad centra la composición situándose en medio de la fe y la esperanza. De pie, vestida con túnica blanca y amplio manto rojo signo del que testimonia a Cristo, sostiene con las dos manos el corazón llameante signo del amor y la misericordia de Dios, que tiene que imitar el cristiano con el Mandamiento Nuevo del Amor. “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (ICor.13.13).


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