Entendemos por vía sacra el espacio direccional (camino), que va desde los pies del templo hasta el presbiterio, por su centro. Por el transitan los sacerdotes y los fieles en las celebraciones litúrgicas hacia el altar; cuando se celebran los sacramentos y sacramentales, y también, cuando en las solemnidades se dirigen al altar en la procesión de entrada y de ofrendas.
La vía sacra expresa el caminar de la Iglesia, por el tiempo y la historia, al encuentro del Señor. También el caminar del creyente hacia Cristo, a quien celebra y del que se alimenta en las celebraciones que tienen lugar en el templo.
En esta parroquia de Rectivía, “Musivaria Antiqua”, un grupo de feligreses “mayorcitos”, hemos querido expresar una catequesis de fe y esperanza con nuestro trabajo, haciendo una síntesis de las promesas de salvación hechas por Dios al pueblo de Israel y que tienen su cumplimiento en Jesucristo. Para ello hemos escogido la pedagogía litúrgica de la noche santa de Pascua, presentando las promesas, primero desde la historia sagrada, después desde los profetas; haciendo una selección de las mismas, tanto de la noche pascual como del tiempo de adviento.
“Y dijo Dios…” es la expresión del relato del Génesis, que se repite cada vez que Dios inicia cada parte de la creación. La mano abierta y extendida expresa aquí toda la potencialidad creadora de Dios. Al abrirse va separando esquemáticamente cada momento creativo: la luz y las tinieblas, el día de la coche, las aguas de arriba y las de debajo de la bóveda, los mares de la tierra y la creación del ser más importante de la creación: el ser humano, “Hombre y mujer los creo…” La mujer saliendo del costado de Adán, indicándose que los dos son iguales en dignidad. Junto a ellos el árbol del conocimiento de bien y del mal, expresión de la libertad con la que han sido creados, porque pueden elegir libremente.
___________________PARTE HISTÓRICA
Desde el don de la libertad recibida y seducidos por la tentación (serpiente), el ser humano elige destituir a Dios de su sitio, “seréis como dioses ” y desobedecieron a Dios: “tomó del fruto y comió y le ofreció a su marido que también comió… ” Se vieron desposeídos del estado de gracia original en el que fueron creados y sometidos al dolor y a la muerte.
Dios no ahoga la esperanza del ser humano, dejándolos en manos de la muerte. Promete el triunfo sobre el mal y la restauración de la humanidad con la salvación, allí, junto al lugar de la caída. “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: ella te pisará la cabeza cuando tu la aceches en el talón ”, esta se realizará en otro árbol plantado en el montículo del Gólgota (cráneo). “El verdadero árbol de la vida es la Cruz de Cristo ”. (Benedicto XVI Domingo de Ramos 2006)
Pero el hombre se empeña en olvidar a Dios y Dios purificó el mal con el diluvio. “los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca en la cual pocas personas, a saber, ocho, fueron salvadas por el agua. ” (IPe. 3,20). Pero Dios se arrepintió y prometió no volver a exterminar la vida del hombre en la tierra, para recordárselo, puso su arco de paz en las nubes.
Dios forma un pueblo a través del cual actuará en la historia del hombre. Elegirá a un hombre de probada fe: Abran y le promete ser el padre de un gran pueblo, por eso será Abrahán. En el sacrificio de su hijo, el hijo de la promesa. Isaac; se prefigura y anuncia el sacrificio de Cristo. Hijo de Dios. Lo que Dios no permitió con el hijo de Abrahán, lo permitirá con El suyo: el Cordero inocente que quitará el pecado del mundo.
El pueblo se hace grande con los doce patriarcas hijos de Jacob. Un pueblo que está llamado a ser lugar de encuentro de Dios con el mundo. Jacob sueña una escalera por donde los emisarios de Dios suben y bajan del cielo a la tierra. Una escalera puente entre los dos mundos. Pontífice será aquel que los una definitivamente. En su lucha Jacob recibirá el nombre de Israel: Dios se muestra fuerte.
La aparición del Mesías se concretiza en la tribu de Judá. En la bendición de Jacob a su hijo Judá, se califica al Mesías como el “León de Judá”. “No se apartará el bastón de mando de sus rodillas hasta que venga aquel a quien rinda homenaje las naciones… él atará su burro a una viña… lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas ”. La referencia a Jesús es innegable y las expresiones tremendamente evocadoras. El mismo Jesús se lo recordó a la samaritana, “…la salvación viene de los judíos ” (de Judá).
El acontecimiento de la Pascua pone al pueblo, esclavo en Egipto, en marcha para la libertad. La sangre del cordero pascual es signo de protección y liberación, y el paso del mar Rojo es guiado por Moisés y protegido por la columna de nubes hasta que lleguen al encuentro con Dios en el Sinaí. “Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaran por el mar ” (1 Corintios 10:1) El nuevo libertador nos librará con su sangre de la esclavitud del pecado. Su sangre será la de la Alianza nueva y eterna.
Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti ” Moisés conduce al pueblo al Sinaí y allí Dios hará alianza con su pueblo y le dará su ley por mediación de Moisés. Dios apaga la sed de su pueblo, que camina por el desierto, haciendo surgir el manantial de la roca, y luego curará su maledicencia con la serpiente de bronce; evocaciones de Cristo agua viva que salta hasta la vida eterna y curación del pecado. “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así será levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna.” (Jn. 3, 14-15)
De Judá desciende David, el que tocaba y cantaba para Dios himnos y salmos inspirados. Pastor sacado del aprisco para pastorear a Israel. En él se concretizará aún más la promesa: de su linaje saldrá aquel pastor cuyo trono y realeza durará por siempre, el dará la vida por sus ovejas subiendo al trono de la cruz, que se convertirá en signo definitivo de salvación y de victoria sobre la muerte.
___________________PARTE PROFÉTICA
Comenzamos el ciclo profético con la séptima lectura de la Noche Santa de la Pascual: la restauración del hombre viejo resurgiendo nuevo del agua y del Espíritu de Dios, que lo recrea con un corazón nuevo que guarde la Ley del Señor: « Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? ». Jesús le respondió: « Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas » Mt.22, 36-40.
Despunta el renuevo del viejo tronco de Jesé (padre de David-estirpe de David) y con él se anuncia el tiempo mesiánico, donde se anularán los contrarios, el enfrentamiento y las fuerzas del mal. Solo la paz del Reino de Dios, vivido plenamente, marcará la vida de los hombres.
El mundo será convivencia cercana y entrañable de Dios con el hombre: Enmanuel-Dios con nosotros. La figura de la doncella aparece como una idea que se hará realidad en la muchacha virgen de Nazaret, elegida por el Padre, llena del Espíritu y destinada para el Hijo; en donde su cántaro-alma está esperando a llenarse con la persona del Verbo en la fuente de la gracia y de la omnipotencia divina.
Del trono davídico surge el niño fuerte, que romperá el yugo que oprime al hombre y el poder del mal. Un niño orlado por el olivo y revestido de la sabiduría divina, que llegará cuando sea la plenitud de los tiempos y el mundo más lo necesite: “¡Maravilla de consejero, padre perpetuo, príncipe de la paz!”