En mayo de 2010 se instalaron los mosaicos de la capilla. Son dos mosaicos en forma de semicírculo de cuatro metros de base cada uno por dos de altura, y ésta fue la reseña publicada en el número 342-343 de la revista Excelsior.
I. La Eucaristía como Banquete. Como todo lo de la Capilla y su entorno ambos mosaicos giran en torno a la Eucaristía. La primera escena es la de Emaús. Cleofás y su amigo son los protagonistas junto con Jesús; pero hay que leer reposadamente el capítulo 241 de San Lucas a partir del versículo 13. Sólo así podrá descubrirse, a través del lenguaje de las manos y los rostros: la duda, el desencanto, la necesidad de conocer las Escrituras…, sólo así podrá descubrirse aquello de “lo reconocieron al partir el pan”…, sólo así podrá descubrirse el lado izquierdo y el derecho, la noche y el día …, sólo así el mosaico logrará pasar de nuestros ojos a nuestro corazón y como los de Emaús seremos capaces de “levantarnos al punto y volver a Jerusalén”.
Por otra parte, el mosaico tiene magia, mucha magia; te contagia, te sigue a donde quiera que vayas. ¿Has descubierto la magia?
II. La Eucaristía como Sacrificio. Este representa a la Eucaristía como Sacrifico. En general se entiende por sacrificio el ofrecimiento hecho a Dios de un ser vivo o de un elemento natural seguido de su destrucción real o aparente en reconocimiento de Dios. Lo de la destrucción quiere significar que lo que se da a Dios se quiere que sea sólo para El; por eso se destruye. Pero en el fondo la idea principal es el reconocimiento reverente de la soberanía de Dios sobre todo. A Dios hay que ofrecerle algo digno, lo mejor, a veces es lo que más cuesta. Por eso aparece Abel ofreciendo el mejor cordero de su rebaño. Y no sólo lo ofrece y luego se lo lleva para casa, sino que lo destruye, lo mata, para que sirva sólo para Dios; en su mano tiene el cuchillo. Melquisedec es un rey-sacerdote que aparece en el Génesis, 14. Abrán había defendido a Melquisedec, rey de Salén, y éste “le sacó pan (hogaza sobre su cabeza) y vino, y le bendijo diciendo: Bendito sea Abrán por el Dios Altísimo creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios Altísimo, que te ha entregado tus enemigos. Y Abrán le dio el diezmo de todo.” La tercera escena del mosaico es Abrahán (nótense que ya no lo escribimos lo mismo) sacrificando a su hijo Isaac. Pretender explicar lo de Abrahán sería una osadía por mi parte. Por favor, toma la Biblia en tus manos y lee en el Génesis desde el capítulo 12 hasta el 252. No te pesará; encontrarás algo de lo más bonito que hayas leído en tu vida. En cuanto a la representación, contempla la actitud desgarradora de Abrahán y la actitud obediente de Isaac. Por último, se trata sólo de una “prueba” al gran Abrahán; pero quede constancia de que hubo un tiempo en que los sacrificios humanos eran en algunos pueblos poco menos que algo natural.
La descripción que acabamos de hacer quedaría prácticamente sin sentido si no dijéramos que el sacrificio de Abel, el de Melquisedec y el de Abrahán son unas meras insinuaciones, prefiguraciones del único y verdadero sacrifico, el de Cristo, que también está representado en el mosaico, pero, eso sí, sólo suavemente insinuado; de ahí que su dibujo no es lo más remarcado con ser lo más importante. Además, ocurre frecuentemente que las cruces más cruces suelen ir ocultas.
III. Gracias. Tenemos que dar una vez más a los de Musivaria Antiqua que nos han deleitado con una nueva obra. Vuestro trabajo, esos miles de horas, no han terminado: vais a seguir explicando una catequesis inagotable por años y años. Los de Musivaria saben muy bien aquello de la “Biblia de los pobres”. En los primeros siglos del cristianismo, antes de la imprenta, muy pocos podían tener la Biblia: sólo aquellos muy ricos que podían pagar a un copista que durante muchos meses se la escribiera ¿Cómo se enteraban los demás? Pues, leyendo la “Biblia de los pobres”, y, ¿cuál era la “Biblia de los pobres”?. Las escenas bíblicas que los artistas iban reflejando en las vidrieras de las iglesias y catedrales, en las esculturas de las fachadas, tímpanos y portadas, en las pinturas de techos y paredes, en los mosaicos; eso era la Biblia de los pobres. Es muy posible que con aquella “Biblia de los pobres” los cristianos aquellos estuvieran tan bien formados y mejor que nosotros ahora. Ahí dejáis, amigos de Musivaria, escrita vuestra Biblia para siglos quizás.
Gracias, no faltaba más, a Juan Antonio Noriego, autor de todos los dibujos y alma de la obra. Sin él nada hubiera sido posible. Sobran las palabras.
Gracias a los obreros de Sindo Castro. Una vez más la empresa ha puesto desinteresadamente todos lo medios a disposición. Dios tendrá que pagárselo. Nosotros sólo podemos añadirlo a los 725 € de los “vidrios rotos” del número pasado de Excelsior.
IV. Falta la pintura de la Capilla, la iluminación (tendrán que ser especialistas), y falta la escalerilla de acceso a la Capilla junto con el rellano de la entrada. Pensado está, y un día se hará, si Dios quiere.
V. Está en camino el pavimento de la iglesia. La “vía sacra” con la creación, la caída y las promesas de redención. Y ya, en el entorno del presbiterio la realización de la salvación que Cristo hace a través de los sacramentos. Serán más de 70 m2. Una décima parte ya los tenemos hecha, aunque sin colocar. Posiblemente algunos no veamos terminado este pavimento. Invitamos una vez más a todos. Todos podemos dejar escrita ahí nuestra huella, nuestra “Biblia de los pobres”. No hace falta ser artistas; sólo hace falta querer, dejar un poquito de nuestro tiempo sobre el piso de nuestra iglesia. ¡Qué alegría si seis, ocho … dijeran; AQUÍ ESTOY YO!
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2, Génesis 4 Abel, Génesis 14 Melquisedec, Génesis 22 Abraham e Isaac.