En el Pleno de 15 de junio de 1991 fue reelegido Alcalde de Astorga D. Juan José Alonso Perandones, donde expuso a rasgos generales, la actuación que va a tener en el mandato.
“Compañeros de Corporación, ciudadanos todos:
Por voluntad de la mayoría de los astorganos me corresponde, de nuevo, asumir la responsabilidad de la Alcaldía: una satisfacción como vecino de la ciudad, y también una gran responsabilidad. Mis primeras palabras quiero que sirvan para expresar el compromiso, y la obligación, de respetar los derechos democráticos que la Constitución otorga a cada Corporativo. Para ello, además del talante personal, debemos consensuar un reglamento interno que especifique claramente los derechos que han de asistir a cada concejal para participar en los órganos políticos y administrativos del Ayuntamiento, e instituir, tal y como prevé la ley vigente, la Junta de Portavoces, órgano este último que ha de sopesar y valorar los asuntos más importantes para la Ciudad.
En estos comicios, la voluntad de los astorganos, expresada en las urnas, tiene una interpretación evidente: un gobierno estable, una continuidad en la gestión, y un mandato para asentar la convivencia entre los grupos políticos. Los ciudadanos nos han otorgado su confianza para que la administración municipal inicie una nueva andadura en su gobernabilidad, y en la critica que ésta merezca, sin los sobresaltos, estridencias ni vicisitudes en los que se ha desenvuelto la gestión municipal en los últimos ocho años. El respeto a las ideas sociales, políticas y religiosas de los astorganos, la colaboración con otras instituciones de la ciudad, un nuevo impulso en la participación ciudadana, una relación distendida con otras administraciones, cualquiera que sea su color político, una austeridad, prudencia y hasta humildad en el quehacer político, son todos ellos principios que deben guiar nuestro compromiso con la Ciudad.
El Municipio, pese a las reformas legales introducidas en la democracia, aún sigue excesivamente tutelado por la voracidad y el paternalismo que administraciones intermedias ejercen sobre sus necesidades, de tal suerte que muchas veces es mayor el fuero que ofrecen que el huevo que otorgan, o en román paladino dicho sea que es preciso mendigar para obtener hasta los más exiguos frutos. Pese a ello la Ciudad está cobrando en este fin de siglo un protagonismo cada vez mayor: es la puerta abierta, y el camino que conduce al encuentro con otros ciudadanos, con otras culturas. Quizás en ella aún sea posible rescatar el sentido que la “Utopía” de Tomás Moro ha mantenido desde el Renacimiento; quizás desde la ciudad se pueda atemperar el utilitarismo que guía nuestras conductas; quizás también, la puesta en vigor de una nueva ética y de un nuevo apego a lo que nos es común: nuestro patrimonio urbano, cultural y ecológico, nuestra sensibilidad social para corregir y aliviar desigualdades, un sentimiento universal y no localista, una manera, en fin, de vivir acorde con los bienes y bellezas que la naturaleza nos otorga.
Astorga ha mantenido estos últimos años un pulso importante para renovarse y dotarse de los medios que la configuren como una ciudad más hermosa y abierta. Ahora tenemos un reto igualmente importante: satisfacer necesidades básicas aún no cubiertas -más notorias en los barrios periféricos- y proyectar la ciudad hacia fuera; aprovechar su dimensión histórica, su viario privilegiado; su oferta patrimonial, y dotarla de una estructura de funcionamiento administrativo que permita, en un futuro próximo, contar con una ciudad debidamente atendida y mimada. Confiamos en que la rehabilitación de la Casa Consistorial, que finalizará en esta legislatura, nos dote a todos del marco adecuado donde trabajar con el espacio y los medios que la sociedad moderna demanda.
Es necesario que el astorgano vaya valorando cada vez más el hábitat que lo circunda, que reflexionemos qué forma de uso de la ciudad preferimos. Los medios modernos de locomoción cada día agreden más nuestra convivencia en las calles; otras ciudades han caminado en la dirección de preservar el sentido originario de su trazado urbano medieval -como fundamentalmente es el nuestro- para el peatón, y han remodelado los pavimentos y embellecido el espacio físico para vivir más en concordancia con las necesidades de la persona. Indudablemente que no está en nuestro ánimo el imponer un criterio para el uso de las calles, pero creo que si sería conveniente pactar una nueva forma de entender la vía pública en el centro urbano, de suerte que no sea un lugar agresivo de tránsito sino un espacio cómodo de convivencia. En este nuevo empeño estoy seguro que nadie perdería y que todos saldríamos ganando.
Nos anima el deseo de dotar, de renovar varios espacios en todos los barrios: jardines, vías y plazas, las altiplanicies que bordean la ciudad … El Jardín de la Sinagoga quedará plenamente renovado y ampliado, en los próximos años. Es indudable que las nuevas autovías van a configurar un nuevo diseño urbanístico, que girará en torno a dos nuevas avenidas, la N-120 y la actual N-VI. Daremos preferencia a los dos pulmones que embellecerán estos ejes: la Eragudina y el Campo del Melgar. Será preciso, además, introducir matizaciones en el Plan General, de suerte que la Casa Consistorial no sea un apéndice, sino un centro vital de los barrios que la circundan: es preciso alcanzar un crecimiento homogéneo en torno a la civitas bimilenaria.
El futuro económico se ve ahora más despejado con la puesta en marcha del polígono industrial; colaboraremos intensamente en su promoción. No hay que olvidar las posibilidades turísticas que la Ciudad tiene, que no dependen tan sólo de unos edificios singulares sino del aspecto y de la oferta general que se ofrezca, así como del entorno comarcal que la circunda. Unos de los objetivos fundamentales ha de ser poner en valor el patrimonio arqueológico que se ha liberado durante estos últimos años; para ello es preciso dotar a la ciudad de un museo que garantice la exposición de las piezas más valiosas.
Procuraremos prestigiar la ciudad, aumentar el bienestar y la seguridad de sus habitantes, corregir en la medida que nos sea posible la marginación, erradicar el chabolismo, desterrar el analfabetismo desde la mas tierna infancia; mantendremos, en fin, esa pugna por propiciar una mayor estima cultural en la vida de todos los vecinos de la ciudad. Tenemos ante nosotros un desafío apasionante, en una ciudad enhebrada durante muchos siglos de historia, con una personalidad singular que es preciso aventar para recoger el grano más cuajado, aquél que nos propicie la más densa espiga. Es todo un desafío que procuraremos culminar con honestidad: el desafío por una ciudad más próspera y viva. Para ello contamos con la voluntad y el trabajo y tenemos que alcanzar la confianza y solidaridad de todos los astorganos.
Muchas gracias.”