Contemplada dentro de la programación de los actos del 50.º de la nueva iglesia de Rectivía, tuvo lugar en el aula magna del Seminario Diocesano, este sábado, la mesa redonda con la que abordar la biografía de Patricio Vara Mateos (1931 / 2021); esencialmente de su labor como párroco y vecino del barrio desde 1963 a finales de 2013. Como sucediera con la conferencia, celebrada en los bajos de la nueva iglesia (acerca de su construcción), el pasado 18 de enero, el aula estaba repleta de público, incluidos sus escaños superiores.

Con gran acierto y fluidez, actuó como moderador Magín Revillo, de tal suerte que el interés, la frescura y las aquilatadas intervenciones de los componentes de la mesa redonda, y ello unido a la intensa participación final de varios asistentes y familiares, depararon un conocimiento emotivo de la fecunda vida de este párroco, entregada a imprimir nueva savia social, cultural, humanitaria, como hechos determinantes de la labor pastoral.

Componían la mesa redonda personas cercanas, en el sacerdocio, Pedro Centeno, el actual párroco Blas Miguélez, y vecinos con los que compartió largo tiempo ilusiones y multitud de afanes, Rosi Laiz y Luis González. Pedro Centeno, que fue alumno suyo y un tiempo coadjutor de la parroquia, recordó cómo en sus últimos años de estudiante, años 65, 66, Patricio encargó a su curso la elaboración de unas fichas sobre el nivel académico, la situación económica…, de los feligreses, calle a calle, para tomar conocimiento profundo y atender, con las posibilidades a su alcance, las necesidades del barrio. Tal despliegue fue jocosamente por él bautizado como el “Batallón del General Prim”. Destacó Centeno, entre otros valores, el espíritu que impregnaba su labor parroquial, volcada en la “pastoral de la persona”, incardinada en el Vaticano II.

Rosi Laiz rememoró las múltiples actividades por Patricio desarrolladas, en los campamentos de Velilla, de Boisán, musicales, deportivas… Destacó su eficacia, así los jóvenes con mayor conocimiento ayudaban a los más pequeños; o la creada escuela de padres tenía como finalidad educar a sus hijos… Pensaba que “había que llegar a lo religioso por lo humano”, y que era preciso “empezar por debajo” para ir remontando. Rosi Laiz concluyó considerando que “hizo cosas importantes para varias generaciones”.

Blas Miguélez, que nació, como Patricio, en el municipio zamorano de Santibáñez de Tera, acudió, en primer lugar, a sus recuerdos de niño, para rememorar su interés para fomentar en el pueblo el teatro, y recordó su fortaleza en los tiempos de enfermedad. En una de las ocasiones en que lo fue a visitar, ante la habitual pregunta “¿qué tal estás?”, le contestó ‘por la tangente’: “Mira, el pelo pincho dobladito”. Cabe recordar que Patricio conservó un cabello terso y copioso, que le aportaba un permanente aire juvenil. Enfatizó, asimismo, Blas, su “gran capacidad de oración”, su profundidad y sencillez, el hecho de estar en medio del pueblo “para hacer comunidad”.

Luis González, puso de manifiesto la vinculación de este párroco con su propia biografía desde la adolescencia, con una actitud primera, por su parte, de desentendimiento y a continuación de franca colaboración. Destacó cuánto disfrutó las actividades al aire libre, las acampadas, el esquí; su colaboración posterior en la catequesis y actividades para los niños, con la búsqueda de materiales para los mosaicos, que serían implantados en la iglesia. Destaquemos que fue esta labor artística el fruto de cientos de horas de trabajo de varios feligreses, y que le aporta al templo singularidad y doctrina en el camino peregrino. Reveló, Luis, emocionado, que le llegó a resultar “una necesidad parar y hablar con él”.

Hubo, además de los miembros de la mesa, unos cuantos intervinientes. Entre los familiares, varios sobrinos y un hermano; este último, Zenón, en un vídeo lo recordó inmerso en la vida familiar y en el labrantío; consideró que cuando nació “lo alumbraron con una cera resplandeciente”. Las Hermanas Estigmatinas aludieron a su ayuda en la construcción del centro y en los valores que lo inspiraban; Milagros Alonso Cepedano a su relevancia para su formación y dedicación musical, y a la personal participación para ayudarle en la puesta al día de documentación parroquial; Carmen Valderrey reseñó su entusiasmo, los talleres en los que participaron sus hijos, un representante de Cosamai su implicación para hacer posible la compra de terrenos y construcción del centro...

Resulta imposible en un texto, que pretende ser una reseña, recoger la inmensidad de una biografía, con otras muchas realidades (la Coral, la revista, la fotografía…), y un buen número de anécdotas (el mono que él y otros para trabajar ponían, tal cual “frac”), narradas por los asistentes. Sí que debemos dejar constancia de la relevancia de Ángel Pérez para la música; y, para la vida diaria de Patricio y acogida del barrio, de forma muy destacada y afectiva, de su hermana Maruja.

Juan José Alonso Perandones