ACTA DE LA SESIÓN CELEBRADA POR EL PLENO MUNICIPAL, CON CARÁCTER ORDINARIO, EL DÍA 20.10.2012. SESIÓN NÚMERO 11.

Punto Único.- CELEBRACIÓN DEL BICENTENARIO DE LA FORMACIÓN DEL PRIMER AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL DE ASTORGA, AL AMPARO DE LO PROMULGADO POR LAS CORTES DE CADIZ DE 1812.-

Intervención del Cronista Oficial de la Ciudad de Astorga

D. Martín Martínez Martínez

Ilma. Sra. Alcaldesa doña Victorina Alonso; Excma. Corporación Municipal; Excmo. Sr. Presidente del Congreso de los Diputados, don Jesús Posada; Excma. Sra. Presidenta de las Cortes de Castilla y León, doña María Josefa García; ilustres representantes de los estamentos civil, militar y eclesiástico; representantes de las distintas asociaciones culturales, económicas, sociales y religiosas de la ciudad. Referencia especial, debido al acto municipal que celebramos, me van a permitir para cuatro alcaldes, vivos, aquí presentes tres, que han precedido en la presencia de la Corporación astorgana, por orden de proximidad temporal, los ilustrísimos señores don Juan José Alonso Perandones, don Adolfo Alonso Ares, don Luis González Pérez (quien ha excusado su presencia por motivos familiares) y don Gerardo García Crespo.

Me siento honrado por la deferencia que nuestra Corporación ha tenido al designarme, por mi condición de Cronista de la ciudad, para dar a todos ustedes la más cordial y efusiva bienvenida, a la vez que las gracias por haber acudido a este Salón de Plenos; con especial atención a las máximas autoridades legislativas de esta nación que es España, y de la Comunidad Autónoma. Agradecimiento y bienvenida que realizo por mandato de nuestra Alcaldesa y en nombre de toda la ciudad que como saben, se lo recuerdo no obstante, porta los títulos de Muy Noble, Leal, Benemérita, Augusta y Magnífica.

Celebramos hoy este pleno extraordinario, con intervenciones extraordinarias, y con regusto conmemorativo de aquellos Concejos medievales en que las gentes del pueblo tenían voz y voto, como expresión de las más autentica democracia.

Hoy, aquí, y ahora, tomamos la palabra dos representantes del pueblo llano; este cronista y un historiador han sido elegidos para desgranar, brevemente, algunos hitos históricos de nuestra comunidad. Y tomarán la palabra dos personalidades que me van a permitir parangonarlas con aquellos nuestros antecesores, a los que se decía “hombres buenos” – hoy, a Dios gracias y buenas leyes, con mujer incorporada a esas tareas comunitarias-; digo hombres buenos y asaz sabios que regían con buen criterio aquellas reuniones vecinales en las que se planteaban, se dirimían y se resolvían, por consenso unánime, los problemas comunes. Aquellos hombres buenos, hoy tendrían que contar con la presencia femenina, de la que nosotros nos congratulamos tener ahora. Señora Presidenta de las Cortes castellanas y leonesas, Señor Presidente del Congreso de los Diputados: desde este humilde parlamento vecinal tengo el atrevimiento de solicitar de ustedes, que acojan con interés y cariño la salvaguarda de esas instituciones llamadas hoy Juntas Vecinales, herederas directas del Concejo, la expresión más genuina y democrática que pueda soñarse, ahora en peligro de muerte. Estas tierras leonesas donde esos ancestros aún perviven, con una salud envidiable, se lo merecen; a ustedes se lo encomendamos.

Señoras y señores todos: celebramos hoy la formación del primer Ayuntamiento Constitucional de nuestra ciudad que tuvo lugar aquel octubre de 1812. El Dr. Manuel Jesús Álvarez, tendrá unos minutos para ilustrarnos sobre hecho de tanta trascendencia, por lo cual nada ha de decir este cronista. Sin embargo, sí quiero indicarles que un hecho tan importante para el gobierno de esta ciudad está íntimamente concatenado con la celebración del bicentenario del sitio de Astorga y la conquista de la misma por las tropas españolas a las francesas; la recuperación tuvo lugar el 19 de agosto de 1812; en la fecha del bicentenario, tuvimos la celebración obligada.

Astorga, desde aquella Nochevieja de 1808, en que arribara a ella Napoleón tras los pasos de los ingleses, había sufrido vejaciones sin cuento, en las personas y en sus bienes, por los altivos franceses que se enseñorearon de la ciudad y comarca; fueron múltiples los hechos bélicos que sería tedioso relatar ahora.

Sí merece la pena destacar, por aquello de hacer memoria, el sitio que sufrió la ciudad en abril de 1810. Las tropas mandadas por Santocildes, y los astorganos, que se resguardaban tras las destartaladas murallas, soportaron con valor y patriotismo, hasta la extenuación, los ataques franceses. En la noche del 21 al 22, sin posibilidad de resistir como reza esa placa que tenemos a la vista- capitularon con honor; en aquel sitio se produjeron numerosos actos de heroísmo, bien conocidos de todos, como el del húsar Tiburcio Fernández, o el de aquel anciano padre que viendo morir a su hijo sobre la muralla de la Puerta del Obispo, empuñó el fusil para suplir su baja encomendándose, tal vez, a la Virgen de las Nieves que presidía una hornacina sobre dicha puerta. Por todo esto se le concedió en 1811 el título de ciudad Benemérita que hemos citado.

A lo largo de estos meses, se han venido celebrando con la colaboración ciudadana, ejemplar en todo momento, diversos actos para conmemorar el bicentenario de recuperación de la ciudad en 1812. Sin olvidar aquellos acontecimientos de 1810, porque bueno es tener memoria de lo que hemos sido y tenido, especialmente para que no repitamos aquellos que por dañinos deben obviarse.

Permítanme finalizar mi intervención –a modo de preámbulo a lo que nos dirá el Dr. Álvarez- con un breve recuerdo para tres personajes de aquellas Cortes de Cádiz; los tres relacionados con nuestra ciudad y diócesis. Dos eran sacerdotes: Diego Muñoz Torrero, extremeño y Antonio José Ruiz de Padrón, canario. Ambos, en 1810 ejercían su ministerio en la diócesis astorgana. Ruiz de Padrón había sido párroco de Quintanilla de Somoza, ahí en las estribaciones del Teleno, donde enseñó a sus habitantes el cultivo de la patata y otras prácticas agrarias; al ser designado diputado por Canarias, en 1811, ejercía su ministerio en Villamartín de Valdeorras, localidad que pertenecía y sigue perteneciendo al obispado de Astorga.

Torrero, después de haber sido rector de la Universidad de Salamanca aceptó el cargo de abad de la colegiata de Villafranca del Bierzo; desde donde se trasladó en 1810 a Cádiz, para asistir a las Cortes como diputado por Extremadura; por su arrolladora personalidad fue elegido presidente de la comisión redactora de la Constitución.

Ambos propusieron, defendieron con ardor y consiguieron, entre otros objetivos, la abolición de la Inquisición y el Voto de Santiago, así como una avanzada ley de libertad de prensa.

Ambos lo pagaron bien caro: Torrero con la llegada de Fernando VII, al que se llamó el rey felón, sufrió encarcelamiento en 1814; seis años estuvo en el convento de San Francisco de Padrón; en el Trienio Liberal repitió como Diputado por Extremadura; con la llegada de la Ominosa huyó a Portugal; fue hecho prisionero, y encerrado en la Torre de San Julián de la Barra, donde murió en 1829.

Ruiz de Padrón, en 1813, fue encarcelado por orden del obispo astorgano, primero en el convento de Cabeza de Alba y después en el Seminario de Astorga hasta 1818. En 1820 es elegido diputado constitucional por Galicia y muere pocos días antes de llegar a Valdeorras las tropas de los “Cien mil Hijos de San Luis”. Como si no quisiera ver el desastre que cernía sobre España.

El tercer personaje fue el controvertido décimo quinto marqués de Astorga, Vicente Osorio Moscoso. Con marca indeleble de la casa de los Osorio, andaba nuestro marqués (como sus antecesores) siempre del lado de los vencedores; él fue quien entregó al general Murat aquella espada que Francisco I de Francia había perdido en Pavía, la cual formaba parte del tesoro real español; al lado del rey intruso, José Bonaparte, desempeñó algunos cargos importantes en los meses centrales de 1808. Debió presentir el declinar de la estrella napoleónica, pues en el otoño de ese mismo año abandonó al francés y se incorporó a la Junta Central. Con tanta suerte que el penúltimo día del año, un día antes de la entrada de Napoleón en la ciudad de su marquesado, moría el conde de Floridablanca, presidente de la Junta. Fue elegido como tal Vicente Osorio Moscoso, al que bautizaron como el Rey Chico por su escasa estatura; desempeñó el cargo con más pena que gloria.

Eso sí, su presidencia motivó que el escudo marquesal, con sus dos lobos pasantes, que campea en la torre izquierda de esta Casa Consistorial aparezca hoy en día picado; lo cual se hizo por orden del gobernador francés que ocupaba la plaza, bajo amenaza de hacerlo él a base de cañonazos.

De la Constitución de Cádiz, de la formación de nuestro primer Ayuntamiento Constitucional y de la propia ciudad en aquellas fechas, serán ustedes ilustrados de inmediato, por el Dr. Álvarez García. Señora Alcaldesa, gracias por haberme dado la palabra. Muchas gracias a todos. He dicho.”